¡¡¡Árbol Gordo del Pica-Pan!!!
Testigo del paso del tiempo y auténtico termómetro de meteoros y señalizador estacional, se mantiene derecho junto al edificio final de la Ronda de Buenavista-esquina con Reino Unido, levantando la acera con sus poderosas raíces y viéndonos como mequetrefes que pasan a su lado -chssss chúchooo, ahí no se mea-.
Está un poco pocho como corresponde al invierno, pero no creais, aún está lleno de hojas, hojas marroncitas, arrugadas como las orejas de un viejo, como el viejo ese que fotografió Vicente en el despoblado de Malamoneda y que se comía la cámara, hojas que están esperando un aire helador o un agua que está haciéndo falta ya y que parece que va a venir éste mismo fin de semana, para fastidiar la tan aplazada excursión a los Riscos del Amor, para tirar esa hojas y dejarlo pelao como el culo de un mono.
Y todo ésto entronca con el cambio climático. Ya imagino a todos diciendo que este invierno no ha hecho frío, y que en verano no hizo calor. Y nosotros tenemos la culpa, que somos muuu maloooos y que estamos matando el planeta. ¿Quién dijo aquello de que una sola erupción de un volcán lanza a la atmósfera más contaminación que todo un año los coches del mundo? ¡Yo no! El caso es que el cambio climático es inexsorable y no podemos hacer nada por pararlo, aunque nosotros no lo vamos a ver y nuestros hijos tampoco, aunque esperemos que sean más sensatos, y dejen a los suyos un mundo mejor y nos metan a nosotros en la cárcel gratis en lugar de en la Residencia y a los presos en una Residencia pagando. ¡Pero qué gilipollas somos madre!
Y a todo esto el Árbol Gordo del Pica-Pan muriendo y volviendo a nacer, una y otra vez.
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